EL FUNESTO 16 DE JUNIO DE 1955:
La aviación de la Marina bombardeó Plaza de Mayo con la intención de matar a Perón y tomar el poder. Sólo tres Jefes de la Marina conocían los planes que aparentemente debían ejecutarse mientras Perón se reuniera con su estado mayor, lo que se repetía semana por medio. Si bien el plan estaba planeado de antemano, la fecha se decidió a último momento, el 14 de junio.
A la diez de la mañana del 16 de junio se inició el bombardeo que duraría tres minutos. Inmediatamente se activarían loscomandos civiles (alrededor de 500 hombres de distintos partidos de oposición que estaban entrenados para la acción desde radicales a comunistas pasando por los socialistas y conservadores) que tendrían que estar en las calles y cafés cercanos a la Plaza.
En el momento que la misión inicial terminara y Perón y su gobierno estuvieran eliminados, los comandos deberían entrar a la Casa Rosada para hacerse cargo del poder.
Sin Perón y su gabinete, una Junta cívico-militar tomaría el poder. Los civiles eran activos dirigentes de los partidos opositores entre cuyas cabezas estaban Adolfo Vicchi del Partido Conservador de Mendoza, Américo Ghioldi del Partido Socialista, exiliado en el Uruguay, Victorio Codovilla del Partido Comunista y Miguel Ángel Zavala Ortiz del sector “unionista” del radicalismo, opositor a Frondizi.
La Armada disponía de fusiles semiautomáticos FN belgas que habían sido aprobados en 1955, pero no ingresarían oficialmente hasta el otoño de 1958, de modo que estos FAL habían ingresado por contrabando. El centro de operaciones sería la base aeronaval de Punta Indio de donde despegarían los aviones que sobrevolarían Buenos Aires. Los aviones tenían el símbolo de la Cruz sobre la V: Cristo Vence (imagen abajo).
El jefe de la conspiración era el capitán de fragata Néstor Noriega. Ezeiza sería otra base y funcionaría como central de reabastecimiento. La mayor dificultad se presentaba en la Séptima Brigada Aérea de Morón porque la Aviación era, por lo general, leal al gobierno.
Aunque ese 16 de junio se presentaba nublado, con poca visibilidad, encapotado, el Capitán Noriega decidió seguir adelante con su escuadrilla cargada con las bombas. Su colega, el Capitán Bassi, tenía a su cargo el reabastecimiento dispuesto en Ezeiza y se esperaba la llegada de la Infantería de Marina desde Mar del Plata, Azul y Puerto Belgrano. A las 4 de la mañana Noriega reunió a su oficialidad en la Biblioteca del Casino de la base y la instruyó con sus órdenes y le comunicó en plan de ataque.
A las 6 de la mañana Punta Indio estaba reducida. El único que se había opuesto era un oficial, Horacio Gutiérrez, yerno del Ministro de Educación Armando Méndez San Martín, que había alertado a su suegro tres días antes por medio de una carta que había sido interceptada y no había llegado a destino. La comunicación entre los distintos puestos era por radio.
Toranzo Calderón y el Vicealmirante Benjamín Gargiulo estaban en el Ministerio de Marina. Bassi había tomado Ezeiza y recibía los refuerzos de la Infantería. Los levantamientos de Punta Indio y Ezeiza fueron comunicados por de telex -sistema telegráfico de enviar y recibir mensajes por cables telegráficos- a las distintas unidades y bases para el levantamiento. Pero en Morón no había novedades.
Como buen militar, Perón era madrugador. Había llegado a las 6.15 a su despacho. A las 7 recibió al Embajador norteamericano Albert Nuffert. A las 8 el Jefe del Ejército Gral. Franklin Lucero le comunicó los planes de los rebeldes y la posibilidad de bombardeo de lo que se había enterado la noche anterior, aunque le había parecido algo inverosímil e imposible. Sin embargo, corroboradas las tomas de Punta Indio y Ezeiza, se lo informó a Perón que decidió no convocar al Consejo de Seguridad. Lucero le sugirió a Perón dejar la Casa de Gobierno y refugiarse en el Ministerio de Ejército. La hora del traslado fue aparentemente entre las 9.30 y 10.
A las 10 un Beechcraft A T 11 despegó desde Punta Indio con dos bombas de demolición de 100 kilos cada una. Ante el mal tiempo se mantuvo en el aire. Desde Punta Indio despegarían 5 aviones Douglas C- 47 más. La niebla era cerrada y desde el Ministerio de Marina no se avistaba la Casa Rosada que estaba a tres cuadras de distancia.
Hacia el mediodía la demora en los bombardeos preocupaba a los tres grupos de comandos civiles que estaban por la zona. A pesar de que la Marina les aseguraba que atacarían, a las 12 se desconcentraron y se alejaron del lugar.
El Capitán Noriega decidió el ataque y a las 12.40 cayó la primera bomba en la cocina del primer piso de la Casa Rosada matando a dos ordenanzas. Los periodistas de la sala de prensa se fueron a refugiar a uno de los antiguos túneles de lo que había sido el Fuerte de Buenos Aires. Los demás aviones comenzaron a sobrevolar la Rosada y lanzar las bombas, un total de 14 toneladas de explosivos.
Si bien los blancos eran la Casa Rosada, la Policía Federal, el Palacio Unzué en donde estaba ubicada la Residencia Presidencial -hoy sede de la Biblioteca Nacional- y el edificio de la Confederación General del Trabajo, el bombardeo fue una verdadera masacre.
Una de las primeras bombas dio de lleno en el trolebús de la línea 305 que llegaba a la calle Victoria -hoy Hipólito Yrigoyen- y Paseo Colón y dejó 65 muertos.
Los infantes de Marina salieron del Ministerio. Una compañía se apostó a 40 metros de la explanada Norte de la Rosada y otra en la playa de estacionamiento del Automóvil Club, entre el Parque Colón y el Correo Central y comenzó a disparar. El cuerpo de granaderos fue sorprendido bajando de un ómnibus para el cambio de guardia.
La base de la Brigada de Morón siguió leal al gobierno y se ordenó el despegue de los Gloster para ir contra los rebeldes. Un Gloster derribó un avión North American AT6 en la zona de Aeroparque y su piloto, el guardiamarina Arnaldo Román, se salvó arrojándose en paracaídas en el río, de donde fue capturado.
Una escuadrilla se dirigió a Ezeiza para someter a los rebeldes y en su ataque destruyeron el bombardero Catalina y una aeronave danesa fue averiada. Simultáneamente los soldados del Regimiento Nº 3 de La Tablada que avanzaban para defender al gobierno por la Avenida Crovara fueron atacados.
Ante los bombardeos algunos civiles armados comenzaron a disparar desde las terrazas de distintos edificios de los alrededores de la Plaza de Mayo como el Banco Nación y el Ministerio de Economía. Todavía hasta hoy se pueden ver en esos edificios las luctuosas huellas del bombardeo.
La ciudad estaba convulsionada. Los chicos eran sacados de las escuelas ante el terror que producían los acontecimientos y la posible “revolución” cuyo sentido nadie sabía qué podía significar.
Luego de la primera incursión leal, los Gloster aterrizaron en la Brigada de Morón, pero ya había sido copada y era terreno de los rebeldes. La negativa del Comandante de Aeronáutica Agustín de la Vega hizo que todos los leales fueran reducidos por los rebeldes. Los pilotos rebeldes tomaron los Gloster y volvieron a atacar la Casa Rosada, pero también se afectó en Ministerio de Ejército en donde se encontraba Perón y que había permanecido leal.
Así Perón y Lucero dieron la orden a la base aérea de San Luis para que hiciera despegar una escuadrilla de aviones a reacción y atacar Punta Indio y Ezeiza.
Una onda expansiva afectó al Ministerio de Ejército. Ante esa embestida, Perón perdió el equilibrio e inmediatamente fue trasladado al sótano del edificio. El plan se había transformado en una verdadera masacre de quienes a esas horas de plena actividad transitaban por la Plaza y sus cercanías.
Sin el apoyo del Ejército a estas acciones de subversión del orden constitucional, los aviones de la Marina terminaron por emprender rumbo hacia el río. El luctuoso saldo fue de 364 muertos y más de 800 heridos.
PERÓN TRATA DE APACIGUAR LOS ÁNIMOS:
El fracaso del bombardeo con su gran cantidad de muertos y heridos inocentes y el hecho de que no se hubiera logrado el cometido principal: matar a Perón, llevó a nuestro líder a tratar de recuperar la iniciativa.
Inmediatamente después, como buen político que se preocupa más por el país que por él, Perón trató de aplacar el ambiente enardecido en que se encontraba el país, una especie de caldera a punto de explotar. Llamó a la pacificación nacional y se autodefinió como “Presidente de todos los argentinos, amigos o adversarios”.
Para descomprimir la situación abrió a la oposición el acceso a todos los medios de comunicación, aunque fueron usados por los partidos políticos para denostar al gobierno y a sus seguidores. El país estaba dividido y enfrentado como tantas otras veces desde 1810.
Su prédica no tuvo eco: los militares ya habían entrado en estado de deliberación permanente en lugar de respetar sus respectivos mandos y sus mandos estaban tramando la traición…
EL GOLPE DEL 16 DE SEPTIEMBRE DE 1955:
Los hechos arteros y luctuosos del 16 de junio Perón responde con un mensaje en el que condena a la Marina de Guerra como “la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos”. Y repite que “los que tiraron contra el pueblo son traidores y son cobardes”.
El jueves 23 de junio reiteró: “?algunos jefes de la Armada pertenecientes a la Infantería de Marina con la complicidad de otros de la Aviación Naval contando con la incuria del Ministerio de Marina y la debilidad o deslealtad de otros comandos, […] producto de un odio enfermizo, una ambición espurio y de una inconsciencia criminal […] de hombres subalternos poco menos que ignorantes y torpes, incapaces de ganarse siquiera nuestro respeto”. “En esta acción todo ha sido sucio y todo ha sido falso”.
La tensión, sin embargo, estaba en un punto sin retorno. Los partidos políticos proclamaban en cada ocasión posible su crítica opositora con mordacidad. En los ámbitos castrenses había un estado de intranquilidad y malestar que se agudizaba día tras día.
Perón apeló a los trabajadores y ofreció su renuncia a los miembros de la Confederación General del Trabajo. Fue rechazada de plano. El 16 de septiembre -ante la negativa de liderar la acción del Gral. Pedro Eugenio Aramburu desde Curuzú Cuatiá- el Gral. Eduardo Lonardi dio comienzo al levantamiento en Córdoba.
En la Capital Federal el Ejército se mantuvo leal, pero los rebeldes ganaron debido a la intervención de la Marina de Guerra que se alzó en Bahía Blanca y en Río Santiago y amenazó con bombardear las destilerías de Berisso y Ensenada.
Perón prefirió no dar batalla, a pesar de que los obreros se aprestaban a dar su vida por él y le pedían armas a la C. G. T. Cuando los golpistas estaban dispuestos para bombardear las destilerías de YPF de La Plata, un oficial de comunicaciones anuncia a los jefes rebeldes que Perón había renunciado y se había refugiado en la cañonera Paraguay que estaba en el Río de la Plata.
El Contralmirante Palma fue enviado a la Embajada paraguaya para constatar si esa información era cierta y pedir la entrega de Perón. Ante la negativa del Embajador, se le ordenó que la cañonera no se moviera de dónde estaba porque la iban a hundir. La cañonera no podía navegar porque estaba averiada. Finalmente, el Canciller Mario Amadeo sacaría a Perón en un hidroavión rumbo a Asunción. El periplo que comenzaría en la cañonera Paraguay llevaría a Perón por diversos países durante 18 años de exilio.
El 23 de septiembre de 1955 una multitud opositora, cuya composición social era diferente de las que se habían realizado hasta ese momento: sobre todo por las clases medias y altas, marchó a la Plaza de Mayo para darle la bienvenida a los sublevados que habían dado el golpe y festejar el arribo del Gral. Eduardo Lonardi a la Casa Rosada para asumir la Primera Magistratura.
Los golpistas se autodenominaron La Revolución Libertadora, aunque para el peronismo sería siempre La Revolución Fusiladora.
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La aviación de la Marina bombardeó Plaza de Mayo con la intención de matar a Perón y tomar el poder. Sólo tres Jefes de la Marina conocían los planes que aparentemente debían ejecutarse mientras Perón se reuniera con su estado mayor, lo que se repetía semana por medio. Si bien el plan estaba planeado de antemano, la fecha se decidió a último momento, el 14 de junio.
A la diez de la mañana del 16 de junio se inició el bombardeo que duraría tres minutos. Inmediatamente se activarían loscomandos civiles (alrededor de 500 hombres de distintos partidos de oposición que estaban entrenados para la acción desde radicales a comunistas pasando por los socialistas y conservadores) que tendrían que estar en las calles y cafés cercanos a la Plaza.
Sin Perón y su gabinete, una Junta cívico-militar tomaría el poder. Los civiles eran activos dirigentes de los partidos opositores entre cuyas cabezas estaban Adolfo Vicchi del Partido Conservador de Mendoza, Américo Ghioldi del Partido Socialista, exiliado en el Uruguay, Victorio Codovilla del Partido Comunista y Miguel Ángel Zavala Ortiz del sector “unionista” del radicalismo, opositor a Frondizi.
La Armada disponía de fusiles semiautomáticos FN belgas que habían sido aprobados en 1955, pero no ingresarían oficialmente hasta el otoño de 1958, de modo que estos FAL habían ingresado por contrabando. El centro de operaciones sería la base aeronaval de Punta Indio de donde despegarían los aviones que sobrevolarían Buenos Aires. Los aviones tenían el símbolo de la Cruz sobre la V: Cristo Vence (imagen abajo).
El jefe de la conspiración era el capitán de fragata Néstor Noriega. Ezeiza sería otra base y funcionaría como central de reabastecimiento. La mayor dificultad se presentaba en la Séptima Brigada Aérea de Morón porque la Aviación era, por lo general, leal al gobierno.
Aunque ese 16 de junio se presentaba nublado, con poca visibilidad, encapotado, el Capitán Noriega decidió seguir adelante con su escuadrilla cargada con las bombas. Su colega, el Capitán Bassi, tenía a su cargo el reabastecimiento dispuesto en Ezeiza y se esperaba la llegada de la Infantería de Marina desde Mar del Plata, Azul y Puerto Belgrano. A las 4 de la mañana Noriega reunió a su oficialidad en la Biblioteca del Casino de la base y la instruyó con sus órdenes y le comunicó en plan de ataque.
A las 6 de la mañana Punta Indio estaba reducida. El único que se había opuesto era un oficial, Horacio Gutiérrez, yerno del Ministro de Educación Armando Méndez San Martín, que había alertado a su suegro tres días antes por medio de una carta que había sido interceptada y no había llegado a destino. La comunicación entre los distintos puestos era por radio.
Toranzo Calderón y el Vicealmirante Benjamín Gargiulo estaban en el Ministerio de Marina. Bassi había tomado Ezeiza y recibía los refuerzos de la Infantería. Los levantamientos de Punta Indio y Ezeiza fueron comunicados por de telex -sistema telegráfico de enviar y recibir mensajes por cables telegráficos- a las distintas unidades y bases para el levantamiento. Pero en Morón no había novedades.
Como buen militar, Perón era madrugador. Había llegado a las 6.15 a su despacho. A las 7 recibió al Embajador norteamericano Albert Nuffert. A las 8 el Jefe del Ejército Gral. Franklin Lucero le comunicó los planes de los rebeldes y la posibilidad de bombardeo de lo que se había enterado la noche anterior, aunque le había parecido algo inverosímil e imposible. Sin embargo, corroboradas las tomas de Punta Indio y Ezeiza, se lo informó a Perón que decidió no convocar al Consejo de Seguridad. Lucero le sugirió a Perón dejar la Casa de Gobierno y refugiarse en el Ministerio de Ejército. La hora del traslado fue aparentemente entre las 9.30 y 10.
A las 10 un Beechcraft A T 11 despegó desde Punta Indio con dos bombas de demolición de 100 kilos cada una. Ante el mal tiempo se mantuvo en el aire. Desde Punta Indio despegarían 5 aviones Douglas C- 47 más. La niebla era cerrada y desde el Ministerio de Marina no se avistaba la Casa Rosada que estaba a tres cuadras de distancia.
Hacia el mediodía la demora en los bombardeos preocupaba a los tres grupos de comandos civiles que estaban por la zona. A pesar de que la Marina les aseguraba que atacarían, a las 12 se desconcentraron y se alejaron del lugar.
El Capitán Noriega decidió el ataque y a las 12.40 cayó la primera bomba en la cocina del primer piso de la Casa Rosada matando a dos ordenanzas. Los periodistas de la sala de prensa se fueron a refugiar a uno de los antiguos túneles de lo que había sido el Fuerte de Buenos Aires. Los demás aviones comenzaron a sobrevolar la Rosada y lanzar las bombas, un total de 14 toneladas de explosivos.
Si bien los blancos eran la Casa Rosada, la Policía Federal, el Palacio Unzué en donde estaba ubicada la Residencia Presidencial -hoy sede de la Biblioteca Nacional- y el edificio de la Confederación General del Trabajo, el bombardeo fue una verdadera masacre.
Una de las primeras bombas dio de lleno en el trolebús de la línea 305 que llegaba a la calle Victoria -hoy Hipólito Yrigoyen- y Paseo Colón y dejó 65 muertos.
Los infantes de Marina salieron del Ministerio. Una compañía se apostó a 40 metros de la explanada Norte de la Rosada y otra en la playa de estacionamiento del Automóvil Club, entre el Parque Colón y el Correo Central y comenzó a disparar. El cuerpo de granaderos fue sorprendido bajando de un ómnibus para el cambio de guardia.
La base de la Brigada de Morón siguió leal al gobierno y se ordenó el despegue de los Gloster para ir contra los rebeldes. Un Gloster derribó un avión North American AT6 en la zona de Aeroparque y su piloto, el guardiamarina Arnaldo Román, se salvó arrojándose en paracaídas en el río, de donde fue capturado.
Una escuadrilla se dirigió a Ezeiza para someter a los rebeldes y en su ataque destruyeron el bombardero Catalina y una aeronave danesa fue averiada. Simultáneamente los soldados del Regimiento Nº 3 de La Tablada que avanzaban para defender al gobierno por la Avenida Crovara fueron atacados.
Ante los bombardeos algunos civiles armados comenzaron a disparar desde las terrazas de distintos edificios de los alrededores de la Plaza de Mayo como el Banco Nación y el Ministerio de Economía. Todavía hasta hoy se pueden ver en esos edificios las luctuosas huellas del bombardeo.
La ciudad estaba convulsionada. Los chicos eran sacados de las escuelas ante el terror que producían los acontecimientos y la posible “revolución” cuyo sentido nadie sabía qué podía significar.
Luego de la primera incursión leal, los Gloster aterrizaron en la Brigada de Morón, pero ya había sido copada y era terreno de los rebeldes. La negativa del Comandante de Aeronáutica Agustín de la Vega hizo que todos los leales fueran reducidos por los rebeldes. Los pilotos rebeldes tomaron los Gloster y volvieron a atacar la Casa Rosada, pero también se afectó en Ministerio de Ejército en donde se encontraba Perón y que había permanecido leal.
Así Perón y Lucero dieron la orden a la base aérea de San Luis para que hiciera despegar una escuadrilla de aviones a reacción y atacar Punta Indio y Ezeiza.
Una onda expansiva afectó al Ministerio de Ejército. Ante esa embestida, Perón perdió el equilibrio e inmediatamente fue trasladado al sótano del edificio. El plan se había transformado en una verdadera masacre de quienes a esas horas de plena actividad transitaban por la Plaza y sus cercanías.
Sin el apoyo del Ejército a estas acciones de subversión del orden constitucional, los aviones de la Marina terminaron por emprender rumbo hacia el río. El luctuoso saldo fue de 364 muertos y más de 800 heridos.
PERÓN TRATA DE APACIGUAR LOS ÁNIMOS:
El fracaso del bombardeo con su gran cantidad de muertos y heridos inocentes y el hecho de que no se hubiera logrado el cometido principal: matar a Perón, llevó a nuestro líder a tratar de recuperar la iniciativa.
Inmediatamente después, como buen político que se preocupa más por el país que por él, Perón trató de aplacar el ambiente enardecido en que se encontraba el país, una especie de caldera a punto de explotar. Llamó a la pacificación nacional y se autodefinió como “Presidente de todos los argentinos, amigos o adversarios”.
Para descomprimir la situación abrió a la oposición el acceso a todos los medios de comunicación, aunque fueron usados por los partidos políticos para denostar al gobierno y a sus seguidores. El país estaba dividido y enfrentado como tantas otras veces desde 1810.
Su prédica no tuvo eco: los militares ya habían entrado en estado de deliberación permanente en lugar de respetar sus respectivos mandos y sus mandos estaban tramando la traición…
EL GOLPE DEL 16 DE SEPTIEMBRE DE 1955:
Los hechos arteros y luctuosos del 16 de junio Perón responde con un mensaje en el que condena a la Marina de Guerra como “la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos”. Y repite que “los que tiraron contra el pueblo son traidores y son cobardes”.
El jueves 23 de junio reiteró: “?algunos jefes de la Armada pertenecientes a la Infantería de Marina con la complicidad de otros de la Aviación Naval contando con la incuria del Ministerio de Marina y la debilidad o deslealtad de otros comandos, […] producto de un odio enfermizo, una ambición espurio y de una inconsciencia criminal […] de hombres subalternos poco menos que ignorantes y torpes, incapaces de ganarse siquiera nuestro respeto”. “En esta acción todo ha sido sucio y todo ha sido falso”.
La tensión, sin embargo, estaba en un punto sin retorno. Los partidos políticos proclamaban en cada ocasión posible su crítica opositora con mordacidad. En los ámbitos castrenses había un estado de intranquilidad y malestar que se agudizaba día tras día.
Perón apeló a los trabajadores y ofreció su renuncia a los miembros de la Confederación General del Trabajo. Fue rechazada de plano. El 16 de septiembre -ante la negativa de liderar la acción del Gral. Pedro Eugenio Aramburu desde Curuzú Cuatiá- el Gral. Eduardo Lonardi dio comienzo al levantamiento en Córdoba.
En la Capital Federal el Ejército se mantuvo leal, pero los rebeldes ganaron debido a la intervención de la Marina de Guerra que se alzó en Bahía Blanca y en Río Santiago y amenazó con bombardear las destilerías de Berisso y Ensenada.
Perón prefirió no dar batalla, a pesar de que los obreros se aprestaban a dar su vida por él y le pedían armas a la C. G. T. Cuando los golpistas estaban dispuestos para bombardear las destilerías de YPF de La Plata, un oficial de comunicaciones anuncia a los jefes rebeldes que Perón había renunciado y se había refugiado en la cañonera Paraguay que estaba en el Río de la Plata.
El Contralmirante Palma fue enviado a la Embajada paraguaya para constatar si esa información era cierta y pedir la entrega de Perón. Ante la negativa del Embajador, se le ordenó que la cañonera no se moviera de dónde estaba porque la iban a hundir. La cañonera no podía navegar porque estaba averiada. Finalmente, el Canciller Mario Amadeo sacaría a Perón en un hidroavión rumbo a Asunción. El periplo que comenzaría en la cañonera Paraguay llevaría a Perón por diversos países durante 18 años de exilio.
El 23 de septiembre de 1955 una multitud opositora, cuya composición social era diferente de las que se habían realizado hasta ese momento: sobre todo por las clases medias y altas, marchó a la Plaza de Mayo para darle la bienvenida a los sublevados que habían dado el golpe y festejar el arribo del Gral. Eduardo Lonardi a la Casa Rosada para asumir la Primera Magistratura.
Los golpistas se autodenominaron La Revolución Libertadora, aunque para el peronismo sería siempre La Revolución Fusiladora.
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